miércoles, 13 de febrero de 2008

una hora de un día

Vas por los pasillos y son como jaurías: gritan, insultan, se empujan..., da igual el género. Sus tonos aguos o precozmente graves, su aparente pasotismo, una masa informe y bastante descontrolada.

Por el camino recluta a uno de ellos, que se pelea por controlar una diminuta bola. Corta el paso e ignora los avisos, las llamadas, las órdenes... poco a poco es posible empujarle hacia delante y conseguir que avance hacia su destino. Va con sus zapatillas anchas, su cazadora abultada, sus pantalones extremadamente bajos, casi todo el canzolcillo a la vista y su reluciente piedra en la oreja. Gomina en el pelo, sonrisa burlesca y mirada poco avispada.

Entramos, las voces no cesan, nos reciben con actitud jocosa, con gestos de mofa. Me miran, pero fingen no tener interés. Nos sentamos, las normas cominenzan: reestructura el orden, manda quitar capuchas, gorros y pañuelos. Se oyen protestas, algunos la ignoran, otros se insultan entre sí mientras insisten, siempre con sorna, en que se acaten las normas...

Tras varios minutos desperdiciados parace que empieza la clase. Se nota quién es el jefe, es el que no se molesta ni en sacar el libro (en caso de que lo haya llevado), el que mira a su alrededor como para controlar a sus súbditos, el que te mantiene la mirada con su medio sonrisa.

Mientras tanto una de ellos no para de intentar llamar la atención: risitas absurdas, chistes fáciles, actitud desafiante... En el otro lado de la clase el que reclutó en el pasillo, sentado a la fuerza en primera fila y solo, aprovecha la más mínima oportunidad para mofarse de la profesora por la espalda. Les da igual que yo esté allí. Estoy callada, en un rincón, no saben quién soy, paso desapercibida, pero se cortan cuando les miro.

Están todos en una clase por algo. De tan solo ocho alumnos (hoy faltaba un par) dos parecen ser los únicos que atienden. No insultan, no hacen bromas absurdas, no se ríen de nadie, sólo comentan entre sí y atienden.

Termina la clase y me cuenta con resiganción que las cosas cambiaron.
La clase era tranquila -decía- hasta que a mitad de curso llegó él, rebotado de todos los demás cursos, terminaron por meterle aquí. Dicen que anda en una banda -se ríe con resignación-, pero la verdad es que los ha revolucionado a todos. Ahora no hay quién los domine. ¿Y la chica? Un desastre, hogares de acogida, problemas... Lo que pasa es que no puedes enfrentarte a ellos, porque entonces se te lanzan. Tienes que intentar ponerlos de tu lado, y aguantar.

5 comentarios:

Unknown dijo...

¿Qué quieres que te diga, hermanita? Penoso, me lo puedo imaginar. Y cada día a peor. En mi opinión, una de las maldades, si no la mayor, de la ESO. No es tan sólo el hecho de su bajo nivel formativo, de la falta de respeto de la administración hacia con los profesores, quitándoles autoridad, de empeñarse en que las clases formen como en valores que no da la familia, en vez de en contenidos,... Es que además metes en las clases a gente (lo siento, pero en realidad la palabra que me viene a la mente es gentuza) que no quiere estudiar, cuando en nuestra desgraciada sociedad, con esas edades ya están perdidos, y si no quieren estar, lo mejor es que no estén.
En fin, paciencia y ánimo, muchacha.
Un beso.

Carlos dijo...

Americanization. Estulticia al poder.

Es el comienzo de la decadencia de una sociedad civilizada. Involución versus evolución. Se ve que algunos añoran los árboles y hacer el mono...

Anónimo dijo...

Bonito resumen de la peli "mentes peligrosas"... Ah, no, que esto es leon...

Anónimo dijo...

Tienes dos opciones:
-Ganartelos como Michelle Pfeiffer y luchar por ellos

-O dedicarte a meter hostias como panes como Tom Berenger en el Sustituto

El malo ¿¿es rollo negrata?? o ¿es asi mas hispano como Mark Anthony?jaja

Pobre!!!do you know what i mean????jaja

ysa dijo...

¡¡Pues hoy ya he dado mi primera clase!! pero no a los angelicos de ese curso, sino a unos de 1º de Bach ¡bastante más civilizados!

La cosa está complicada, sobre todo en algunos cursos, pero bueno, supongo que llegará un punto en que no se pueda estirar más la cosa y entonces empiece a cambiar, aunque me temo que igual la reversión nos vuelve a los tiempos de varazos en las manos, y arrodillarse cogiendo los libros hasta que te duela todo...

Con lo fácil que sería dejar que estudien los que quieran, y los que no !pá su ... casa!

Por cierto, entre La Pfeiffer y Berenger, me quedo con el segundo, porque la verdad es que a alguno te dan unas ganas de meterle unas hostias...

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